jueves, 27 de abril de 2023

Sobre mi cabello

Nunca he sabido qué hacer con mi cabello.

De niño mis padres nunca se arriesgaron a recomendarme algún estilo o sugerirme alguna estética. Entre las cientos de decisiones que un padre termina forzando entre sus hijos, esa no fue una de ellas. Recuerdo algo de matoneo de mis compañeros. En alguna ocasión dijeron que parecía un micrófono.

En la universidad nunca fui muy seguro de mi imagen, y definitivamente mi cabello no contribuyó a ello.

Siendo profesor en el Urabá descubrí que existía un criterio de lo más arbitrario para determinar cuando alguien tenía el cabello largo o no, y era la longitud del cabello en las sienes. Podía ser todo lo largo que se quisiera en la nuca, en la coronilla, o en la calvaria, pero era un delito carcelable tener el cabello largo en las sienes. En principio me pareció que era un criterio muy paramilitar, y razón no me faltaba: a quienes tuvieran el cabello con más de un centímetro de longitud en esa región se les tachaba de ser la peor escoria de la sociedad, y podían ser sometidos a un corte en contra de su voluntad, para disciplinarlos.

Sin embargo, descubrí que este es un criterio más bien transnacional. Es como actualmente se define la estética masculina.

Odio eso. Odio esa uniformidad. Odio la asociación a la disciplina militar. Odio que todos sean iguales.

Estando en el Urabá, necesitaba fuerza moral para enfrentarme al mundo a ese respecto en particular. Ahora pienso que era un desgaste inútil. Por eso ahora, que no me siento especialmente fuerte para enfrentarme al mundo, me uniformé.


Yo feliz - Yo uniformado.

 

martes, 25 de abril de 2023

La poquedad de los días

Últimamente mi mente se ha dado a la tarea de intentar definir con la mayor precisión de la que sea capaz el espíritu de los tiempos. Encontrar esa combinación de palabras que ante cualquier interlocutor genere una reacción de "efectivamente, así son las cosas ahora y no eran así antes".

Pero yo solo he vivido ahora y no antes. ¿Cómo podría dar con la idea correcta? Una salida "fácil" es describir las posibilidades tecnológicas de cada generación y la forma en que moldean su cultura, al brindar posibilidades que no existían antes. Pero pienso que una definición realmente bella y contundente debe poder ir más allá.

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Mi mamá me invitó a almorzar hace poco. Tuvo la determinación de definir que esto pasaría, pero no definió una hora, o qué, o dónde, y me terminó preguntando a mí, que no querría otra cosa que la posibilidad más cercana y económica. Genuinamente fue el mejor almuerzo que habría podido pedir, pero sé que ella habría preferido invitarme a alguna opción más infrecuente por mi cumpleaños.

Por la misma razón y con ánimo de celebrarme, mi papá no vino a mi casa, sino que me invitó a visitar a mi hermano. ¿Es extraño que me parezca extraño ese plan? También esperaba que yo definiera no solo la fecha, sino también qué haríamos y el paso a paso del itinerario. Esta es una señal de la vida para preguntarme si soy una persona con gustos difíciles. Alguien tan difícil de complacer que incluso los más cercanos a mí no tienen otro remedio que preguntarme qué quiero por la alta probabilidad de generar mi rechazo. Yo quiero creer que no, y en cambio me recuerdo a mí mismo. Recuerdo con precisión que para el cumpleaños de mi mamá la invité específicamente a comer chigüiro a la 1pm en el restaurante santandereano que queda a dos cuadras de mi casa, de la misma forma en que para el cumpleaños de mi papá fui a visitarlo a su casa con el plan de pasar la tarde instalando y probando el asistente virtual que le compré. Ambas decisiones son específicas. Implicaron un riesgo de mi parte.

Pensando en esto, recuerdo ahora a mi hermano escribiéndome temprano en la mañana a saludarme, para luego desaparecer todo el resto del día y dejarme preguntando qué lo motivo a escribir en primer lugar. No puedo atribuir ninguna malicia a esta acción, y me ha costado aprender lo que haya tenido que aprender para poder escribir esa línea. He observado este mismo carácter en tantas personas a mi alrededor. ¿Cómo describirlo?

Pienso que parte del espíritu de los tiempos es dudar de lo que creíamos cierto. No conformarnos con el sentido común, y más bien encontrar en él el germen de todos los males del mundo. Destruir todos los dioses. 

Pero en este proceso encontramos mil formas de hacer las cosas mal sin encontrar primero un buen repertorio de formas de hacerlas bien. Desde que cursaba mis estudios de pregrado se incrustó en mi cabeza el relato de madres que no se sentían tranquilas replicando los más básicos saberes de crianza heredados, pero sin encontrar en cambio otras prácticas que las reemplacen: ¿Debo correr a consolar a mi niño cada vez que llore, o debo permitirle espacios para autoconsolarse? ¿El niño debe dormir boca arriba, o de lado? ¿Conmigo o en su cuna? ¿Son estos juguetes correctos para él a esta edad?. A pesar que yo celebre el derribar todas las tradiciones y cuestionar lo más esencial de nuestra crianza, me aterra la imagen de una humanidad que olvide cómo criar. Destruimos nuestro tótem, sin haber encontrado primero su reemplazo.

Miro a los más jóvenes, y desprecio su incapacidad de tomarse nada en serio. Y es curioso, porque tienen más dioses de los que yo tenía, pero a ninguno le cumplen.

Todo esto para decir que siento como un mal, no de mi generación sino del siglo, el miedo a tener una postura definida. ¡Que forma tan fácil y cobarde de vivir! No hay mejor forma de no equivocarse que el no afirmar nada. ¡Cuanto más valor hay en quien sigue un ideal sabiendo que puede ser incorrecto!. No quiero contestar ahora la pregunta de si es preferible el necio al pusilánime. Solo quiero reconocer cierta virtud en el primero, o al menos ubicar a ambos al mismo nivel.

Agradezco a la vida la oportunidad de haber sido profesor, y haber tenido que tomar el lugar de ser quien sabe aunque no sepa. Intenté ser siempre alguien que realmente sabía, aceptar mis errores y evaluar mi práctica. Después como coordinador pude ver cuánto daño hacían los profesores que no eran capaces de asumir ese lugar. Necesitamos más gente valiente. Que tome riesgos y asuma la posibilidad de equivocarse. Que apueste todas sus fichas a aquello en lo que crea, sabiendo que puede perderlo todo. Quien sepa evaluarse a sí mismo, verá con seguridad que serán más las veces en las que acierte que en las que no.

sábado, 15 de abril de 2023

Un no-chiste

Acabo de escuchar esto:

Everything is a markov chain if you are brave enough

Y no he parado de reír. Tenía que escribirlo en algún lado.

Ya. Esa era todo lo que me motivó a escribir esta entrada. No voy a explicar nada. No tengo cómo más sacar de mi sistema esa idea. 

Me agrada cuando se forman ese tipo de chistes específicos de un área. De pronto si estuviera más en ese ambiente (de pronto, si pudiera llamarlo "mi ambiente") no me parecería la gran cosa. Pero así es la sed.

Pensándolo, hay ciertos círculos del departamento de Estadística (sí, con mayúscula) en los que reemplazan "un poquito" por "un epsilon". Merecen algunos puntos por eso. Si estos personajes fueran más competentes en otras áreas serían hasta interesantes.

Pero ya que estamos en estos temas que a nadie importan, podría aprovechar y sacar otra idea que anda rondando mi cabeza:

Quiero compartir que siento cierta atracción por las ecuaciones que incluyen max o supr (o sus contrapartes). Siempre me parecen interesantes, y me dan ganas dedicarles tiempo a entenderlas. Normalmente son cosas que en el papel se ven monstruosas, pero que cuando uno finalmente entiende se queda pensando por qué un concepto tan sencillo está escrito de forma tan poco amigable. Son esas funciones las que terminan pareciendo obvias para quien las entiende e imposibles para los que no.

jueves, 13 de abril de 2023

Envidia

Se me permitió una oportunidad que a pocos o ningún mortal se le ha concedido: pude asomarme al nexo de las posibilidades y echar un vistazo a todas las ramificaciones, todos los distintos caminos que mi vida tomaría. Cual aleph, pude ver todos los puntos futuros conectados al punto actual.

Por uno de esos caminos me vi a mí mismo resuelto a conseguir fortuna. Trabajaba en una empresa de seguros, en la que llevaba años esforzándome por ascender y lo había logrado con relativo éxito. Vivía con lujo y podía permitirme el derroche. En las noches dibujaba para convencerme de que no me había reducido a eso.

En otro, me había finalmente decidido a abrir una panadería. Conciliaba el aprendizaje de tan noble artesanía con las minucias de la administración de un pequeño negocio. Cuando dominé las convenciones de la panadería actual pretendí innovar, crear formas, estructuras y recetas nuevas. Quebré. Empecé de nuevo.

Por un tercer camino me veía dedicado a cualquier oficio que me permitiera entregarme a la labor de ser padre con el suficiente tiempo que la labor demanda. Tras incontables errores, descubría los secretos de la buena crianza, pero para entonces mis hijos eran ya todos mayores y se iban para no volverlos a ver.

Y vi numerosos caminos. Más de los que puedo relatar en esta hoja finita, aún con esta grosera forma de resumirlos. Me vi consagrado a la docencia. Me vi recorriendo el mundo. Me vi cultivando la tierra. Me vi en los lugares más lujosos. Me vi comiendo mierda.

¡Cuan diferente era cada uno de ellos de los otros! ¡Cuan diferentes eran de mí! Me pregunté si compartían algún valor, dado que cada uno había fabricado una definición tan diferente de felicidad. No sé si aquellas definiciones eran resultado de la convicción, o moldeadas para hacer su realidad más tolerable. Me pregunté si alguna esencia común tendrían que permitiera conectar aquellos distintos puntos, separados por la brevedad de la vida y su mutua exclusión.

Descubrí que sí. Todos tenían algo en común.
Todos me envidiaban a mí.


sábado, 1 de abril de 2023

Pensar nuevos pensamientos

Acabo de leer un diario que empecé en el 2009. Encontré en él algunos pensamientos interesantes de hace 14 años.

Encontré solidaridad por aquellos que no pueden entrar a la universidad.
Encontré una relación ambigua con mi propia arrogancia.
Encontré una enorme claridad sobre la fugacidad de los sentimientos.
Encontré compasión por mis papás.

Siendo estos temas que han ocupado mis meditaciones recientes, siento admiración por mi yo joven, pero asco y nausea por mi yo actual. ¿14 años sin haber dado pasos adelante? La esencia del infierno es la repetición, y si le he dado vueltas al mismo asunto durante tanto tiempo, entonces mi cabeza ya no tiene salvación.

¿Qué se necesita para lograr más profundidad en mis reflexiones? Tal vez leer más. Incomodarme más. Creo que también necesito tener mejores conversaciones, pero este es el recurso más escaso

 



La Sociedad AE

Mañana se cumplirán exactamente cuatro meses desde que empecé a trabajar en la SAE. Llevo todo este tiempo pensando en lo urgente que es esc...